miércoles, 20 de julio de 2011

Libertinos - Prisioneros

Encontraron los cuerpos sin vida tumbados en la cama de un hotel de dos estrellas en el centro de la ciudad. Dos cuerpos: Christian y Sandra, mi Sandra. Dislocados por inseguridades basadas en confianza repentina, ilógica.
Mantenían una posición muy cómoda revelando el previo acto sublime que reprodujo gemidos cortos y escalofriantes. Todo un festín de punta a punta.
La gente cree que desconfiar de alguien es una mala estrategia, un mal movimiento que crea escudos permanentes con reflejos precisos y certeros en situaciones que atentan contra corazones ochenta por ciento diablos y veinte por ciento ángel y viceversa, pregonando el bien común.
Aquel día en el hotel, fui libertino.
Me mira, lo miro, nos mira, nos miramos todos. Sandra esta noche se ve riquísima y Christian también lo está con esos jeans ochenteros con flecos delatando las clases de spinning por las mañanas. Yo impresentable como siempre.
No me atrevo a acercarme a Christian, mucho menos iré por los dos esta noche sabiendo lo cobarde y desafortunado que soy en los flirteos. Mejor seguiré fumando.
Cuando fumo siento más frío, me pongo nervioso, me bloqueo, pero me gusta porque mientras esa llamita se acerca coqueta al filtro me siento vulnerable, como la primera vez cuando mi cuerpo dejó de ser sólo mío.
Sandra está con un grupo de amigos: Laura la tetona, Dámaris la ruca, Mirella la del nombre ‘’chonguero’’ pero de fama reservada y Juanpi, un buen chico con aires de marica descarado.
Christian se acerca, me levanta la ceja y me pregunta si iré por Sandra, le respondo que no y le pregunto por qué, porque hace rato que te veo calentando el vaso, haciéndola larga y quemando más rápido el pucho mientras miras a Sandra me responde, no, no es nada, no pasa nada le respondo, pero por qué tu me mirabas también le pregunto, animándote para que te le lances pues tío me responde, y yo que creí que estaba interesado en mí, casi caigo en una situación embarazosa, menos mal no indagué más.
Christian mira con más interés a Sandra, se le ha clavado. ¿Desde cuándo conoces a Sandra? me pregunta, desde hace un par de meses, desde que empezó el ciclo le respondo.
Yo estoy en el otro salón, es por eso que no la veo tan seguido. ¿No la ves tan seguido? pregunto; no, no la veo; ¿estamos hablando de lo mismo? vuelvo a preguntar; jajaja se ríe, qué pendejo. Por cierto, sé quién eres Christian, así que no tienes porque decirme en qué aula estás, te veo pasar casi todos los días por la mía con tu flaca después de clases. Oye, hasta te he visto comértela detrás de los baños de la canchita, así que tan desconocido no eres, no podrías, eres el modelo en los comerciales de la ''uni'', ¡por Dios!
-Es cierto, eres muy observador. Mi vida universitaria es muy relajada, tengo privilegios por esas apariciones de mierda en esos chuscos comerciales. Mi viejo cuando los vio creyó que era maricón y que ya me vaya saliendo del clóset por eso, sólo por salir así, imagínate, la cagada que sólo por eso ya sea cabro, ¿la cagada no?
-Sí, algo. Christian Doig Miranda de rosquete, jajaja no te quedaría mal, serías una leyenda en la ''u''.
-Espera, espera, espera. ¿Una leyenda? El que la tiene más fácil de llegar a serlo aquí eres tú, ahora me toca hablar de ti –se alistó a decir-. El puto eres tú. Yo también te he visto detrás de los baños de la canchita y no necesariamente comiendo a alguien mi buen compañero.
-Mmm… ¿fumando?
-Anda ‘’weón’’, no te hagas, te he visto con ese otro rosquete de Literatura.
-¿Entonces por qué esperabas que aborde a Sandra?
-Pues fácil, quería cagarme de risa.
-Qué pendejo.
-Es más, le hubiese pagado a Sandra para que te seduzca y ver tu reacción, ver cómo te muñequeas.
-No me parece gracioso, yo también sé algo más de ti.
-Uy a ver a ver, lánzate Santi.
-Nunca la hiciste con Sandra a pesar que te cagabas por ella.
-¿Qué? ¿Quién te ha dicho eso?
-Obviamente no te lo diré, no seas apurado. Sólo sé que nunca te la comiste, es más, quisiste comprarla pero nada pues…
-Hablas ‘’wevadas’’ maricón.
-Tranquilo Chris, no es nada, sólo hablábamos de ‘’wevadas’’ como dices tú.
-Son ‘’wevadas’’ pues, yo podría cogerme a esa puta cuando se me antoje, donde sea, así que no sé de donde mierda sacaste que nunca la hice y por la…
-No tienes que decirme nada muchachón, eso ya fue, si dices que te la agarrarías cuando quieras, pues te creo. Ya pásame el pucho.
-Anda mierda, ¿te burlas de mí no?
-¿Soy tan evidente? Jajaja.
-Te lo puedo probar ahora mismo y eso sí, escúchame, cuando lo haga quiero que lo soples por toda la ‘’U’’, que todos sepan que me tiré a esa pendeja de mierda que se da aires de ‘’choteadora’’. Así como eres un cabro loco por el chisme, así hazlo esta vez también.
-Ya déjalo, no es necesario eso, además estás picado y empinchado, así no vale.
-No estoy borracho ‘’weón’’, así que normal, vamos, verás cómo cae la santurrona esa.
-Estás muy decidido, supongo que es lo que quieres de verdad, así que pues vamos, yo te sigo.
Caminamos hacia el grupito farandulero de la prestigiosa universidad local. Lo hicimos lento, en todo el camino yo viendo su espalda. Hubo un momento en el que pareció tambalear dándome opción a tocarle la espalda con mi mano derecha simulando alentarlo para su presunta egocéntrica victoria en contra de su discutible fama ‘’cheroca’’.
-Espera Santi, ya me orino. Un toque, ya vengo.
-¿Y yo soy el marica?
-No ‘’weón’’, en serio me orino, ya vengo.
Le creí ciegamente, de hecho sólo le creí porque me convenía hacerlo. Mientras él se repetía ser el más papi de todos y tenerla más grande que un camerunés frente al espejo, me le acerqué a Sandra y la saqué del grupo.
-Ya está –le dije.
-¿Seguro? Porque no quiero que nada la cague esta vez.
-No, está bien, dice que la hace sí o sí.
-No sé Santi, ya se ha escapado un par de veces, no quiero que pase lo mismo, quiero estar segura. ¿Qué apostaron?
-Nada.
-¿Por qué nada?
-Lo mío es más que una simple apuesta, es algo que se recordará por algo más complejo que el puto dinero, no tenemos eso en común Sandra.
-Mmm… Lo que tú digas entonces. ¿Dónde nos encontramos después?
-No nos encontraremos ni nada por el estilo, después de eso cada uno se safa como pueda.
-Ya, bueno entonces así quedamos, ya muévete que ahí viene.
Christian me hizo una señal para juntarnos e ir por el objetivo, para mí fue la segunda vez.
-Sandrita, linda, ¿qué tal? No te veo desde los parciales.
-Hola Chris, sí pues, lo que pasa es que Zurita nos dejó una ‘’mono’’ bien cargada para el próximo jueves y los muchachos y yo hemos estado en eso.
-Hola –me metí.
-Oh, lo siento, Sandrita, te presento a Santiago, va a la ‘’U’’ también, está en sexto de Comunicación.
-Hola, nunca te he visto. ¿Estudias con Fiorella Alcántara y Marcio Valverde?
-Sí claro, Marcio está en mi grupo del trabajo final. A Fiorella no le hablo mucho, ella es de otro grupo, en realidad me cae pesada.
-Tranquilo Santi, Fiore es la prima de Sandra.
-¿En serio? Uy sorry de verdad, no sabía.
-No, normal, ni a mí me cae, así que te lo paso.
-A mí tampoco me cae tu Fiore, es recontra alzada.
-Ya no abuses pues Chris, a tu amigo se lo paso porque no sabía, ya tú lo haces de pendejo.
-Jajaja, es cierto pero ya qué mierda, podríamos juntarnos para hacer un grupo anti Fiore.
-Tentador –me atreví a decir.
-¿Por qué mejor no hacemos otra cosa juntos? Miren ahí está Javier Ojeda, ¡vamos vamos!
Nos cogimos los tres de las manos, muy entrelazados como si el ‘’inicio de’’, se estuviese cocinando y el ‘’final de’’, apagando. La música empezó, la gente se movía al buen beat ochentero inolvidable y pegajoso, los brassieres en mano de algunas chicas que golpeaban las úvulas al ritmo y carraspeo de la canción.
El osado Christian jaló a Sandra y la apretó a su cuerpo. Sandra sacó algo de su bolsillo, lo abrió y con su delicado índice tocó la nariz de Christian, lo mismo hizo conmigo y finalmente ella.
-Ven Santiago, acércate, es la inauguración de la disco, saquémosle la mierda –propuso la adorable Sandra.
Me acerqué y logré ser apretado por ellos, se sentía rico, no el apretón, sino lo que me metió Sandra por la nariz. Sandra acercó nuestras cabezas y preguntó qué es lo más cagón que hemos hecho hasta la fecha.
-Hice abortar a dos ex –respondió apresurado Christian.
-¿Tú? –me preguntó.
-Mmm, se la chupo a mi primo desde los quince.
-A la mierda, que rosquete eres carajo –dijo Sandra mientras Christian hacía una mueca de asco.
-¿Y tú? –le pregunté.
-Empujé por las escaleras a mi chacha –declaró muy fresca.
-¿Qué? ¿Por qué? –estaba confundido.
-Por chora pues, la chola de mierda esa se cogió unos aretes que me regaló Franco, un ex. Según ella, la aspiradora se jaló los aretes. Pendeja de mierda, encima ni se murió.
Con eso me quedó claro que Sandra, mi Sandra ya no lo era tanto, que si intenté ser sincero, completamente sincero, fue por ella, para que me acepte con todo lo que tuve, por como fui, después de eso había quedado como el más marica de todos, ante ella y el más popular de la ‘’U’’. Ahora sería mi palabra contra las de ellos.
-No pongas esa cara Santi, sólo se dio, además eso no me sentencia a nada. Todo lo que hayamos dicho acá, queda acá, ¿cierto Chris?
-Sí, claro, claro, acá nomás.
Pareció que ellos tenían un plan, que yo era la víctima. No sabía contra quien ir primero, si por Sandra o Christian, debía ser calculador desde ese momento. Me sentí prisionero.
Sandra sacó más droga en forma de cápsulas e intentó hacer lo mismo, dárnoslas sin preguntar antes.
El confiado Christian se la tragó, y yo no, al tener un problema desde niño: no poder pasar las pastillas, así que ese defecto resultó ser muy útil y con un poco de habilidad, escondí la cápsula bajo mi lengua para luego escupirla.
-Esto se quedará entre nosotros Santi, no te ‘’paltees’’ –repitió Sandra soltando mas palabras con ritmo- ‘’Calla y que el secreto nunca salga de nuestros labios, de nuestros labios, mordiendo la manzana sellamos este pacto, es mágico, esto más íntimo’’.
-‘’Y te preguntas por qué doy tantas vueltas, soy un poseso, estoy prisionero, no me conozco, algo dirá de mi…’’ –agregó Christian con el regreso de sus tambaleos.
-‘’Escúchame cómo voy a explicarte que algo dirá de mí, que algo dirá de mí’’-interrumpió ella.
Creí conveniente no quedarme lelo ante declaraciones calentonas guiadas y fluidas por unidades tóxicas, por el clima, por el ambiente sexual y calentón haciendo difícil mi respiración.
-‘’Sin tomar aliento estoy, rodeado de calor, ¡escucha! tengo que respirar y respirar. Sin tomar aliento estoy rodeado de calor ¡escucha! tengo que respirar y respirar’’ –me fui alejando de ellos. Era sofocante, euforizante, me estaba perdiendo pero a la vez liberando de mis dudas, mis inquietudes sobre una decisión. Ya la tenía así que no debía ser un mal jugador en esta partida doble de ida y vuelta donde no sabía quién era el visitante. Seguía dando vueltas.
-‘’ ¡Para! mírame a los ojos y toma mis manos, coge mis manos, no te preguntes por qué das tantas vueltas, no te conoces, estas prisionero, algo dirá de mi algo dirá de mi. Sí, sí mierda’’-grito orgásmico por parte de Sandra sujetando nuestras manos y electrificando nuestro entrepierna. Lo estaba logrando, nos calentamos mucho. Chris le cogió el culo y la apretó más hacia su cuerpo, yo hice lo mismo pero con sus tetas, muy suaves con el pezón paradito.
-Me ahogo, puta madre qué calor, ya vamos –sugirió Sandra.
-Sí, carajo me están sudando las pelotas –apoyó Christian.
-Ya era hora, me duele la cabeza, esa mierda que me diste creo que me cagó Sandra –le dije.
A duras penas pudimos salir del antro, estaba repleto, infestado de ‘’cacheritos’’ locales prestos a usar los baños.
-Llévenos al ‘’Moonlight’’ tío, en la ocho de Las Pirámides –ordenó Christian a un taxista, subimos.
Llegamos al hotel y sin perder la vista en los movimientos de Chris, lo seguimos. Él se adelantó a recepción y aproveché para hablar sobre los últimos retoques del plan con Sandra. Ella pareció no estar tan centrada en eso, porque ni me miraba, sólo sonreía y me pareció muy extraña esa actitud, me malhumoraba verla así. Seguía con la idea de que ella tenía un nuevo plan con él y me cagarían a penas me descuidara.
Maldita sea, me obligaban, me obligaban, me obligaban.
Entramos a la habitación. Por políticas del hotel, más de dos personas obligaban automáticamente a pagar por una ‘’double room’’ a pesar del intento de soborno por parte del ‘’machote’’ Christian.
-Qué rica cama Sandrita, ¿nos adelantamos?
-Pero esta vez trátame bien Christian, no como la vez pasada.
-¿Qué pasó la vez pasada? –pregunté.
-Nada, nada y ocúpate en algo que tardaremos –dijo él mientras se quitaba los bóxers. Se acostó y llamó a Sandra que también se desnudaba frente a nosotros.
-Pero tomemos algo antes de seguir, brindemos por esta noche de placer, de libertad, jajaja –Sandra.
-Está ‘’quemadasa’’ esa tía –me dijo Chris mientras calentaba tocándose.
-Sírvenos Santi y ya joder, acércate, ¿qué haces ahí sin hacer nada? –pregunto Sandra.
-¿Nada? Déjalo que se quiere meter un pajazo. Jajaja. Y apúrate Sandrita, un par de polvos al toque antes que me quede ‘’jato’’, me siento un poco mareado.
-Ya escuchaste Santi, sírvenos –Sandra haciendo la mueca para convertir la copa de Christian en un somnífero, sólo que esa vez, yo decidí que fuese su última copa, la misma suerte con la copa de ella, la cagona, la que ya no era nada mío, la maldita pendeja que a pesar que me mandaba muecas, también se las mostraba a Christian. Nadie debería ventilar mis preferencias, mis secretos ni mis exhibiciones de dudosa reputación, no lo iba a permitir.
Le serví lo mismo a ambos, con multiplicadas gotas suficientes para no despertar. Esa fue mi decisión, y si yo no la respetaba, ¿entonces quién?
Llevaron las copas a sus cachondas bocas, se bebieron todo mi poder, mi incomodidad y mi furia hacia ellos. No creo arrepentirme, hoy en día no lo he hecho.
Sandra tiró la copa, y bajó la cabeza para hacerle oral a Christian. Él obviamente lo disfrutaba, jalaba de los cabellos a Sandra por cada buena lamida. Ella lo hacía majestuosamente y sólo me quedaba esperar.
El primero en caer fue Christian, más bien creo que lo que lo ayudó a caer fue su hinchado ego, lo dejó seco, trapo, una piltrafa. Sandra escuchó caer la segunda copa, miró hacia arriba, volteó, me sonrió y dijo: Ya es hora Santi, sácala. No, no es hora, aún estás viva, le dije. ¿Qué has hecho? Me habló a duras penas sosteniendo su cuerpo por la zona púbica de Chris. Vi esa mirada agotada, creo haberla liberada de ella misma, de mi, de todos. Cayó también, cambié nuestro plan de tomar fotos comprometedoras para chantajear a Christian por mi plan que era eliminarlos.
Salí del hotel, miré a todas las direcciones, caminé y caminé. Regresé al antro, me senté en la primera barra, ya no había mucha gente. Juanpi, el marica descarado, se me acercó, se sentó a mi lado y me preguntó que hacía ahí, a dónde había ido. Le respondí que había ido a decidir qué sería de mí en los próximos veinte años.
-¿Y qué decidiste? –preguntó.
-Ser libertino.
Me miró de pies a cabeza.
-¿Quieres algo de tomar? Te invito.
Lo miré de pies a cabeza.
-¿Por qué no?

domingo, 6 de febrero de 2011

Hombres con pies grandes, grande el calzado

Al pasar con mi viejo y lento auto, soy el peregrino con casa propia, soy el peregrino que nunca se estaciona ni anida, soy el viejo peregrino más joven del lugar hasta que se me antoje morir. El mundo se detiene. La gente me saluda; levantan sus brazos, separan sus dedos el uno del otro y me saludan, sea lo que sea que estén haciendo, pierden la velocidad de sus pies para acelerar sus brazos por mí. Una pareja de ancianos sentados tomando café levantan sus manos para dirigirme hacia donde debo ir, una anciana increíblemente en bicicleta me escolta y de vez en cuando se adelanta para dirigirme también, un par de perros cachondos dejan la pose patentada por los humanos en ''stand by'' para mirarme y luego mirar hacia adelante, pájaros negros que desde aquí se ven medianos apuran el aleteo hacia donde creo que debo ir. Todos me guían como si me conocieran, como si me esperaran, como si todos los días hubiesen estado esperando esto. Yo no sé. Tampoco sé por qué me siento cómodo y por qué los ancianos no usan zapatos. Todos están descalzos esperando su partida creo yo. ¿El paraíso tendrá camino o la única vía siempre fue el mundo? Yo no sé.
-Santiago, querido, por fin llegaste, te estábamos esperando, sírvete -me dice una señora cuarentona a quien no conozco ofreciéndome una taza de café la cual acepto y la llevo sobre mi barbilla.
-Lo siento muchacho, lo siento mucho. Mírate ahora, él estaría orgulloso de ti -se apresura a decir un anciano a quien tampoco conozco.
-Fui la amante de Hugo, mucho gusto joven -se delata una señora con la cara bien pintarrajeada.
-Santiago, ven, tu tía Lola te quiere ver -me jalonea otro viejo.
No sé si estoy donde debo estar, no he venido al pueblo hace mucho, 16 años aproximados. La gente que solía conocer aquí ahora es parte de mis turbios y diminutos recuerdos.
Me dirijo hacia la cocina y veo a la supuesta tía Lola. No reconozco a nadie, se me hace difícil reconocer a la gente arrugada, por aquí todos son ancianos, viejos pero no acabados. Es curioso que el único joven entre esta gente haya muerto, muy curioso y más sobre todo por ser mi padre a quien se le antojó irse.
La tía Lola me muestra una foto de mi padre, de una semana atrás. Mi padre luce muy joven, a duras penas creería que aquella persona en la foto tiene 45 años. Nunca dejó su gusto por las camisas a cuadros y los chupetines. Recuerdo haberle robado muchos caramelos, digo robado porque él los custodiaba muy bien, no dejaba que los cogiéramos, era malo. En la foto puedo notar una mediana mano femenina tratando de coger la de mi padre. No creo que sea el espíritu de mi madre porque ella terminó odiándolo, tampoco creo que sea de alguna tía porque no se ve arrugada, todo lo contrario, la mano cortada por el flash de la cámara se ve delicada, reluciente, con hilos de colores en la muñeca, con mucha vida, no como las manos de las demás mujeres aquí le digo a la tía Lola y no pudo evitar ofenderse, de hecho todos los escucharon porque por alguna insospechable y desatinada razón, hoy soy el centro del pueblo, todos me miran, me escuchan, me huelen y hasta me hablan.
A pesar que ha muerto un hijo de su tierra, no siento que se pudran de tristeza. Esta gente asume su muerte con hidalguía y el estómago lleno, no la padecen, para ellos se les hace una excusa más para festejar, no saben de muerte, y parece que tampoco de vida. Le temo a lo que no comprendo, más cuando siento que me dan hospitalidad interesada. Su modestia es falsa y veo a todos estos ancianos como máquinas, unos caníbales de emociones, sentimientos ajenos, degustadores de almas jóvenes para sentir que vivirán para siempre. No soporto este ambiente, todos me miran, me tocan, estos viejos apestan, es como estar en el lobby esperando la muerte. Me siento mareado, tengo que salir de aquí.
-Santiago, cariño ven conmigo, creo que necesitas descansar.
-No, espere ¿qué tenía ese café?
-Nada cariño, nada, duerme, duerme, duerme -me apacigua la vieja Lola hasta lograr dominar mis fuerzas con la complicidad de Morfeo.
En mis sueños he visto la mano delicada de la foto que me mostró la tía Lola, la he tocado, es muy suave, tanto como para quedarme en ella y nunca más mudarme, pero es una mano joven, muy distinta, esa mano sí la siento acogedora, confiado lo pienso entre sueños.
Trompetas, bombos, platillos y la voz de un animador muy jocoso carraspeando después de reírse. Me levanto, es muy temprano y no encuentro mis zapatos. Como un rayo me levanto y hurgo en la casa ahora deshabitada y compruebo que el dueño de la voz es también la de un anciano, sin zapatos claro.
Enterrarán a mi padre con toda esa bulla arrítmica, qué osadía y falta de respeto. Él no se merecía mi respeto pero los demás hasta hace unas horas fingieron tenerlo por él. Sigo creyendo que estos viejos son unos monstruos.
Con pasos temerosos salgo de la casa, cruzo el jardín e intento acercarme a la fiesta para interrumpirla, destruirla, pero todos están felices; cantan, gritan, se regocijan rasgándose las vestiduras en medio de mi seudo dolor.
-¡Vamos Santiago, vamos, ella te espera, vamos corre! -me animan los monstruos.
-Pero no tengo zapatos -respondo- ¿Dónde los han escondido?
-No importa muchacho, ya es hora.
Esta gente no tiene vergüenza, no tienen ni la más mínima noción de pudor, de remordimiento, son unos inconscientes que sólo quieren ir hacia adelante así tengan que pasar sobre mí.
-Ven al río -me susurra al oído una mujer sin presencia- ven al río.
Me elevo por algo desconocido pero divino haciéndome más veloz, pero con menos percepción de riesgo, me doy cuenta que mi conciencia me abandona, y tengo mucho miedo, me intriga todo esto, más que antes cuando niño esperaba los azotes de mi padre por robar sus caramelos. El miedo también me abandonará, como todo.
En el río me espera una mujer joven, brillante, hermosa. Se fusiona con el sonido de la guitarra que tiene entre su pecho y piernas, encaja muy bien. Está tocando algo y sólo me limito a escucharla, no puedo hacer más.
-Mira las estrellas esta noche
Cuando se hayan cerrado tus ojos
Me gustaría tener que hacer esto sin roche
Por favor, se paciente y sabrás que todavía estoy aprendiendo de a pocos
Lamento que tengas que ver el ardor en mi fuerza interior

¿Dónde has estado ángel?
No quiero que me veas llorar
Sé que no puedo hacerlo todo contigo ángel
Me arrodillo para no volar
Busca todas las soluciones a través de mi fuerza interior

Te veo dormir
Siento que te conozco de antes
Estoy sentada aquí llorando mientras las horas pasan lentamente

Sé que por la mañana tendré que dejarte ir
Y serás sólo un hombre una vez más
Después de estos últimos días de tanto reír
Soy la única culpable de tu estadía fugaz
¿Cuándo te darás cuenta que estoy buscando una señal?

-No comprendo -le digo al terminar la canción, moviendo mi cabeza, sacudiéndola.
-Te he estado esperando, sabía que vendrías por tu cuenta -me dice sonriente.
-¿Quién eres?
-Ven, es por aquí -me extiende su mano y noto que es la misma de la foto.
-Eres tú. Te llevaste a mi padre, ahora entiendo.
-Soy lo que soy, y por el ''único'' estoy.
-No quiero irme, no quiero irme aún -le digo quebrado.
-Tienes que...vamos Santiago, vamos.
-Quiero volver hacerlo, por favor déjame ir -le suplico.
-No puedo hacer nada, sólo serás portador de mi mano. Apúrate, hay mas detrás de ti, voltea, echa un vistazo.
Giro temeroso y toda la bulla, todo el embrollo, toda la gente, todos los monstruos, los caníbales vienen hacia ella, hacia el río. Lucen felices, aceptando su situación, como cuando los conocí.
-¿Por qué están descalzos? -le pregunto.
-Porque no podrían pisar tierra santa con suela pagana.
-¿Qué me pasó?
-Fue en tu auto Santiago. Viniste muy apurado, destrozado, siempre quisiste a tu padre, seguir negándolo no iba hacerlo cierto. Ven Santiago, vamos, ya es hora. Lindo traje.
-No es impermeable.
-Lo sé.
-No me sueltes.
-No lo haré.
Mientras me sumerjo opto por dar un último giro hacia atrás. Se despiden todos de mí, ahora los recuerdo, uno por uno, los inalcanzables pájaros negros medianos aletean con fuerza, me ayudan a sumergirme, crean olas, son miles de ellos oscureciendo mi partida.
Sé que volveré, en fin, nadie dijo que iba a ser fácil.

El vestido negro

Zoe no puede quitarse el vestido negro. Lo lleva puesto desde la fiesta de graduación de Santiago, un sábado de diciembre donde disfrutó la ceremonia desde las sillas de los invitados y no desde el interior de una toga. Esa misma noche se hizo novia de Santiago después de tener sexo duro en el asiento trasero de un Toyota RAV4 estacionado al lado de un Nissan X TRAIL de Paco, su ex.
-¿Cuando carajo te vas a quitar ese vestido? -pregunta Santiago.
-Aunque quisiera en este momento, no puedo amor, no estoy preparada -responde Zoe.
Zoe no puede quitarse el vestido negro porque sus limitadas extremidades superiores e inútil contorsión no le ayudan para alcanzar el cierre y poderlo bajar. Es una obsesiva compulsiva y no permite que ni el propio Santiago le ayude con semejante hazaña, mucho menos algún desconocido.
Con el vestido puesto hace de todo en la casa: barre, lava la ropa de Santiago, cocina, pelea, tira y duerme. Va al gimnasio por las mañanas, luego a su curso de dibujo y pintura. Por las tardes sale de la ciudad manejando su bicicleta hasta la casa de Clarisa para ir a cazar conejos, quemar hojas caídas, espantar el ganado ajeno para su libertad por las praderas, bañarse en el río, siempre llevando puesto el vestido negro.
-¿Cuando te quitarás el vestido Zoe? -pregunta suavemente Clarisa.
-Cuando esté preparada amor, aún no lo estoy.
Regresa por la noche a su departamento en la ciudad, donde los vecinos ya se acostumbraron a verla vestida de negro, la creen loca, se han quejado con Santiago insinuándole el desequilibrio mental de su esposa, Santiago no hace caso a los chismes y putea a quien se atreva a ''preocuparse'' por la apariencia y actitud de su Zoe, él la adora pero en el fondo no puede evitar preocuparse.
Zoe entra a su departamento, ve sentado en el sofá a Santiago leyendo una revista con gráficos desnudos de la modelito más fashion del momento en la portada.
-Qué bueno que te hayas entretenido en mi ausencia -dice Zoe en voz baja mientras mira sus pies y lentamente deja caer las llaves.
-Eres mente de pensamiento deductivo. Te expresas como pensadora independiente, con autoridad y lealtad, generalmente en actividades exclusivas, más dependiente de la intuición que de la razón. Recibes aumento en tareas que requieren meditación, inspiración, inmersión en las profundidades del ser y de las cosas. Amas lo complejo y lo elevado, lo que se siente y lo que se presiente. Podrías destacar en profesiones como científica, profesora, ocultista, escritora, horticultora, inventora, abogada, actriz, analista o lideresa religiosa -dice Santiago en voz alta.
-¡Oh! ¿De dónde sacaste eso corazón de melón?
-De aquí, mira -Santiago señalando su revista.
-Y ¿qué religión? -pregunta la pasiva Zoe.
-No lo sé, te lo mencioné porque por curiosidad quería saber más de ti. Quiero que trabajes Zoe, no sé en qué ni dónde te la pasas todo el día mientras yo sí trabajo. Y casi siempre me perturba algo, todos los recuerdos contigo siempre son de ese vestido negro que nunca te lo quitas ni has dejado quitártelo en estos tres años, no sólo lo he notado yo, todos lo notan y empieza a reventarme las bolas cuando dicen que estás loca.
-No estoy loca ''honey'', el humo de la ciudad les hace mal, dime cómo me quieres, ¿con esos chismes o sin ellos?
-Sólo te quiero a ti Zoe, pero ese vestido...
-No estoy preparada... -interrumpe la mujer.
-Lo sé.
-No sabes -contradice Zoe y se acerca para cabalgar a su esposo.
-Espera, ¿qué haces? Estoy cansado.
-Y yo cansada de ti y los chismes -Zoe y su baja voz casi susurrando.
-Puedo entenderlo pero tú también entiéndeme, la vieja de abajo que tiene ese escandaloso perro del segundo piso cada vez que me mira me pone nervioso, por más que la he mandado a la mierda no olvido sus palabras, sus insinuaciones, me jode Zoe, en serio me jode cada vez más.
-Mi amor, esa señora no sabe nada, sólo dice cosas tontas porque nos quejamos por los ladridos de su perrito, además...
-Un día me dijo que te vio... -se detuvo Santiago.
-¿Me vio qué corazón?
-No sé, es estúpido...
-Dime mi vida, anda dime -insistió Zoe.
-Te vio besándote con una mujer en el ascensor y no es que le crea pero...
-¡Bájate los pantalones hijo de puta! -Zoe alzó por primera vez la voz.
-¿Qué? -preguntó confundido Santi.
-Bájate los pantalones o lo haré yo.
Santiago se bajó los pantalones y levantó la cabeza para mirar a Zoe y recibir una nueva orden. Zoe se levantó un poco, se quitó la ropa interior y delicadamente se sentó a horcajadas sobre su hombre.
-¿Te excita que me bese con otra mujer papi? -preguntó Zoe al oído de Santiago.
Santiago estaba muerto pero feliz, Zoe se movía lentamente, el cerebro de él estaba rebobinando recuerdos, la excitación de ella se lo impedía, él quería detenerse, ella se lo impedía, él quería vernirse, ella no se lo iba a impedir.
-¿Qué me has hecho? -preguntó Santiago.
-Lo que te gusta, lo necesario, mi amor.
-¿Necesario para qué?
-Para que estés tranquilo y no te metas en problemas -respondío Zoe.
-¿En qué problemas?
-Duerme corazón, duerme -Zoe apaciguando a su hombre con la mano.
Santiago se quedó dormido con los pantalones en los tobillos sobre el sofá, Zoe se volvió a poner la ropa interior, fue hacia la cocina, tomó el cuchillo mantequillero, abrió la puerta y bajó al segundo piso, no usó el ascensor. Tocó la puerta de doña Charo, la dueña del perro escandaloso, la señora abrió, vio a Zoe y ni se inmutó, su perro le ladraba a Zoe entre las piernas de su dueña. Zoe mostró el cuchillo mantequillero que ocultaba, levantó el brazo y lo clavó en el ojo de la anciana, marcó una cruz en su frente y retiró el cuchillo para dejar caer a la indefensa pero esta vez muy callada vieja.
Subió a su departamento, esta vez usando el ascensor. Llegó, lavó el cuchillo, lo puso en su debido lugar y se acostó en el piso, cerca a Santiago.
Santiago le preguntó semidespierto por los ladridos del perro, Zoe le dijo que es lo mismo de siempre, que no se preocupe. Durmieron.
Al día siguiente Santiago rompió el silencio y despertó a Zoe, le dio la noticia sobre la extraña muerte de doña Charo.
-Qué terrible corazón -fingió preocupación.
-Sí, la velarán en casa de su hermana fuera de la ciudad, sé que no te gusta este tipo de cosas y si deseas voy solo, ¿qué dices?
-No -se apuró Zoe, llevó la órbita de su mirada hacia el gran espejo de la izquierda, vio el vestido y dijo- Ya estoy preparada. Sonrió.

Diario de una muerte

Domingo, 10 de Febrero de 2006

-Le temo a la oscuridad, le he temido siempre. Pero no le temo a la de callejones, o a esa que desaparece con sólo encender una lámpara antigua o un fluorescente moderno, me refiero a la que he creado cuando cierro los ojos, cuando mi alma ya no escolta a mi cuerpo y mis manos extinguen la vida de otros''.



Domingo, 10 de Febrero, 6:07 a.m.

-Despierto y siento que no me quiero vestir, me siento libre, relajado, un autista ante los demás y un desnudista ante mis ojos. Hoy soy un mango violado por gusanos y no una pera que espera ser golpeada para dejar de ser más verde que el carajo; no me gustan los cocachos, así no aprendo, me gustan las caricias fingidas y los retos que otros ya batieron. Hoy me siento un Sargento Pimienta setentón y no un David Bowie maricón, me he visto al espejo tres veces y ¡joder! sigo siendo marrón, he levantado cuatro monedas que había olvidado levantar hace un par de años o más, sé que no me traerán suerte, no son de suerte. He tocado una de mis guitarras, la eléctrica, la negra, Patzy.



Domingo, 10 de Febrero, 06:30 a.m.

-Es muy temprano, seis y media de la mañana, necesito desayunar. Entro al snack de la vieja Gloria, me saluda detrás de su surtida barra y hace una broma sobre mi falta de ropa en uno de los inviernos más entumecedores de los últimos años. Me río y le respondo: ‘’es que soy tan cool que tu opinión me la paso por el trasero’’, vuelve a reír, esta vez se unió un policía a la broma sentado en la barra mirándome de pies a cabeza y advirtiéndome sobre mis desatados pasadores, tenía prisa le respondo arrogante. Nunca me gustaron los policías, malditos perros, les pesa el uniforme.



Domingo, 10 de Febrero, 6:45 a.m.

-El policía se levanta, el vigilante del snack me intercepta en la entrada- ‘’espera flaquito, ya escuchaste a Gloria’’ -me habla prepotente-, ‘’no tengo tiempo’’ le respondo, lo empujo, él me responde con otro empujón que logra derribarme, en serio no tengo tiempo.

Mi instinto criminal aflora de nuevo, saco la llave de mi departamento y se la clavo en el cuello al atrevido vigilante, automáticamente chisguetea sangre en mi rostro y polo blanco sin estampado algún. Cierro los ojo, en ese momento sentí haber abierto la puerta del infierno y pintado con sangre el cielo una vez más. Abro los ojos y a unos cuantos metros una turba indignada, enajenada, un mar embravecido por corrientes de odio que rodean a una mujer arrodillada custodiando una llave hundida en el cuello de un hombre joven uniformado que yacía en el pavimento.

La muchedumbre a penas se abre para dar paso a los paramédicos que entran a socorrer al herido, a la víctima de un desquiciado, de un sádico. Puedo ver todo desde el tercer piso de un centro comercial, no sé cómo me deslicé del problema y llegué al borde de ese edificio, ya no tengo vértigo.



Domingo, 10 de Febrero, 06:58 a.m.

-Es preciso mencionar cuán feliz me hace saber que tan efectivo soy asesinando, pero también lo infeliz que me hace no saber cómo logro serlo. La perfección es muerte, la imperfección es arte.



Domingo, 10 de Febrero, 7:02

-Para escapar no necesito correr, ni esconderme; encontrarán mi cuerpo, me fulminarán, me mutilarán, seré cenizas, pero aún los seguiré viendo y redimido ante ellos estaré con más eficacia y frialdad. No es que le tema a la muerte, pero no quisiera estar allí cuando suceda. No me espanta, porque sé que me exterminará o transformará mi existencia. Soy joven aún, para mí la muerte es sólo naufragio, no el puerto.

Al final, lo único que queda es recordar y saber que no se puede volver a empezar, nada volverá, nada; pero mejor aún, porque no empieza el juicio final. No tengo verdugo más que yo mismo. La gente le teme a la muerte, y joden cada vez que alguien quita vidas, ¿no saben acaso que la muerte es la cura? La cura a todos nuestros males que rebalsan nuestra alma, y algunas veces no hay que esperar hasta el final. Está bien morir, matar, para volver a nacer, y el que quiere nacer tiene que destruir un nuevo mundo. ¡Mierda!



Domingo, 10 de Febrero, 7:15 a.m.

-Paula no está en su departamento, registro hasta el último rincón y lo único que llama mi atención fue una nota sobre su cama que dice ‘’Parque Planeta en 15 minutos’’. Qué desgaste simular que me importa Paula, en realidad es extraño, me he dado cuenta que la muerte es más dura asumirla que padecerla, siempre son los demás los que se mueren.

El sol ya salió y lo recibo corriendo, apurado, muy apurado, con más movilidad ya que el frío va desapareciendo y me recupero paulatinamente. El sol no me deja ver bien, ni el sol ni la muerte puede mirarse fijamente, me pone de mal humor, lo detesto.



Domingo, 10 de Febrero, 7:21 a.m.

-Sin ningún plan, camino hacia el lago que está rodeada por pocas bancas apolilladas. Alguien está luchando, quiere salir del lago, no sabe nadar, es Paula. Me muero por ir a salvarla, pero dos policías se acercan al lago a socorrerla, uno de ellos es el policía del snack de Gloria, lo reconozco automáticamente por su prominente mentón y su nariz aguileña, dilema a la vista, haré lo impredecible y lo menos auto beneficioso, salto al agua, me sumerjo. Paula ha dejado de luchar contra toda esa masa, la elevo hacia la superficie, no me costó nada, lo hice con un pedazo de corazón en la mano y sin cerrar los ojos. Le aplico la reanimación cardiopulmonar, está funcionando. Paula respira, la siento conmigo de nuevo, su corazón, toda ella. Paula a penas me ve se espanta, no lo entiendo, la acabo de salvar.



Domingo, 10 de Febrero, 7:44 a.m.

-Regreso a mi departamento, hay una patrulla vigilando la calle, veo a uno de los oficiales camuflarse en la jardinera al frente del edificio donde vivo.



Domingo, 10 de Febrero, 7:50

-Trepo muros, es muy fácil llegar a mi departamento sin la necesidad de entrar por la puerta.

Una nueva premonición, Orellana está subiendo las escaleras, está llegando a mi departamento, golpea mi puerta, la derriba. Paula ha muerto y por mi culpa, eso es lo que me quiere hacer creer el policía. Veo venir una bala, está entre mis ojos. Es hora de irme, no lo entenderían.

Necesito papel, necesito escribir. Me siento solo, muy solo, mi muerte viene, asumiré mi soledad. He perdido la costumbre de vivir, me mantendré despierto, así podré ver mi muerte, si me duermo, la soñaré y no quiero eso, quiero ver mi muerte como un accidente, como debe ser. La muerte nunca es natural. Quiero que mi muerte ponga en cuestión al mundo, a todos. Se siente rico por ahora, qué genial sentir que viene la muerte, si no fuera un preludio a otra vida, esta puta muerte sería una broma muy cruel y de mal gusto. Mi lado inmortal se alejará sano y salvo, es lo que más quiero.

Tomo fotos de un álbum viejo, quiero tener conmigo los mejores recuerdos. No olvidaré mi mejor baraja, la más ganadora, gracias baraja. No tengo papel aún, está bien, qué mejor lienzo que mi propia piel, mi cuerpo.

¡Dispárame Orellana!, le ordeno, lo provoco.

¡Pon las manos sobre la cabeza Santiago! Me ordena el policía, como si fuera hacerle caso, ‘’es inevitable lo que pasará’’ le digo. ‘’Puedo ayudarte Santiago''.

-Qué tipo más tonto, me habla de confianza, la confianza es la puta de todos -le digo-, y ‘’no me trates como a un loco, no lo estoy, sólo déjame ir, es lo que más quiero’’. ¡No te acerques! No lo hagas Santiago –suplica el oficial.

Mientras el pedía ayudarme, más compañeros suyos entraron en mi departamento con sus armas apuntándome. Quieren detenerme, sus miradas asustadas e inseguras me dieron más seguridad de hacer lo que tenía que hacer. Orellana prometió que nadie me iba a disparar, nadie iba hacerme daño. Por un momento sonó tan convincente que me dio lástima por lo que iba hacer y lo que sería de él después.

Me fui acercando, le pregunto ¿qué hacen los asesinos? No me responde. Le vuelvo a preguntar lo mismo, nadie responde, es mi turno entonces, ‘’los asesinos asesinan, Orellana’’. Me acerqué veloz y con convicción y una bala bienvenida del revólver de Orellana se hunde en mi frente, en mi ceño, como lo había visto antes, entre mis ojos.

Estoy muerto, desnudo, con letras en mi piel. Me siento libre, relajado, un desnudista ante los demás y un autista ante mis ojos. Espero encuentren la carta que les dejé, podría servir de algo, y en cuanto a ti Orellana: gracias, me ayudaste, lo hiciste de la mejor manera posible, mejor no pudo ser.

No encuentro a Paula por aquí, ¡oh, joder! Ya recordé, yo recluto para el otro bando.

Es genial poder elevarme, veo todo, ya no tengo vértigo’’.



Miércoles, 26 de Julio de 2015 (despachoa de Orellana)

He hecho todo lo que estaba en mi mano pero las cosas no han salido bien, soy débil y no he tenido el coraje necesario para seguir adelante. Ya es tarde, las fuerzas me abandonan, la vida se me escapa. Me voy de este mundo y me voy solo.

Bienaventurados los pecadores, porque de ellos será el reino de los cielos.

Adiós.

Santiago.

Aprendiendo a bailar

Éramos pubertos, raspábamos los cambios de gustos, ya no salíamos a patinar en fila india por los pasadizos del edificio donde vivíamos, ya no jugábamos fútbol después de clases y por las noches. Ya no corríamos detrás de una pelota de trapo, corríamos para mojar a las chicas en verano, cada uno con su balde repleto de bombas de agua inofensivas pero si delatadoras (se les veía el calzón a las chicas mojadas), teníamos provisiones, nuestras bolsitas de globos ‘’carnavaleros’’ ''payaso 2''. Ya no jugábamos ''lingo-lingo'' muy entusiasmados y a la expectativa con nuestras manos en los protectores de las ventanas para colgarnos por si el chantado corría hacia nosotros diciendo tiburón, tiburón, nuestro nuevo juego se trataba de sentarnos y hacer un círculo, vernos reflejados en un botella de vidrio transparente algo nerviosos, humedeciendo los labios, mirando a quien nos gustaría besar por cinco segundos, diez o cuanto lo quisiera el retador mientras la botella giraba. Habíamos dejado muchos juegos, mayormente los deportivos, para adentrarnos en juegos perversos, sádicos, como decía doña Fany, malcriadeces.
Pero había un juego que no lo era tanto, era más un compromiso, un pie a las relaciones sociales y el otro hacia una superación propia. Por mi parte tenía los dos pies izquierdos inseguros. No salía de mi cascarón, aún quería corretear a las niñas y ponerle apodos, que era en lo que más era conocido.
Domingo por la tarde, un cumpleaños, mucha bulla en el edificio, griterío, música de moda, los inicios del nuevo milenio, su apurada y exigida música, tratando de convencer a la gente que todo estaba cambiando, que iban a derrocar a los noventas del top. Esta moda se esforzaba por ser más digerible que su antecesora, lo podía sentir, la cogía entre mis manos, me la llevaba a la boca, la trituraba y nada, la escupía, no me gustaba.
Como uno de los primeros invitados y primo de Kevin, debía llegar primero y armar la ''chacota''. Los demás invitados iban desfilando con sus jeans nuevos modelos carpintero, mecánico, lechero, cerrajero, panadero, herrero y hasta ratero. Las camisitas de cuadritos y polos con cuello estaban de moda, quien se aparecía con polo con rayas de colores estaba cagado, lo miraban como a cualquier infante a quien coger de punto y burla atroz. Yo fui uno de ellos pero pasé piola, no por mi baratujo polo con un estampado de los ''Animaniacs'', sino porque era uno de los más mocosos y pariente del festejado.
Baila ''weón'' me dijo Lucho, no nada, no quiero le respondí. Me sonrrojaba porque no sabía bailar, me aterraba la idea de moverme con pasos improvisados frente a una chica. Cuando alguna vez lo intenté, sentí que todas las miradas y sonrisas al viento eran hacia mí burlándose, haciendo hincapié en mis pasos torpes, en mi debilidad, mi carencia de buen ritmo.
Todos parecían disfrutar de la fiesta y yo sólo me limité a comer gelatinas, bocaditos y el muy sabroso ''clásico'' (mazamorra y arroz con leche). Era un niño muy glotón que barría con toda la mesa y bolsitas sorpresa, es por eso que saqué pansa y me gané un apodo: ''Borgini'', qué premio.
Liz me quitó la quinta bolsita sorpresa y me jaloneó para bailar con ella, baila Borgi conmigo esta me dijo, puta madre ya pues, pero sólo esta ya, le dije. No sólo bailamos esa, bailamos muchas más y no porque ella lo quiso, sino porque yo no la solté. Lo disfruté, me encantó moverme de un lado a otro con la mierda de música que no me gustaba, ignorando miradas, risas, burlas, porque en realidad no eran para mí, yo me reí de mismo, cada vez que hacía un paso nuevo gracioso les pedía a los dmás que me miren, que se burlen conmigo, no se reían más de mí, se reían conmigo. No puedo explicar la causa de mi desenfrenado comportamiento bailable. Aún tengo una hipótesis, y lo que pudo generar ese entusiasmo y felicidad en mí fue toda la azúcar que me ''empujé'' antes de bailar. Gracias bolsitas sorpresas.
Ya llegó Carol le dijo Liz a su gemela Susy mientras me dejaba ''toneando'' solo. Carol era la nueva inquilina en el edificio, una niña de doce años, alta, larga, delgada, su cuerpo llegaba un buen transcurso de crecimiento, tenía los ojos dormilones, cabello ondeado negro, olía rico.
Saludó a algunos del grupito menos a mí, sólo atinó a decir ''oink oink'', calla fea le dije. Nos llevábamos mal, de hecho muy mal porque como era bonita se sobraba bien fea y yo como era gordito no me importaba ser bonito con ella. ''Qué feo bailas oye pansón'' me dijo, ''sal de acá federica'' le respondi, ''tú eres el feo y encima grasoso'' siguió ella, ''bien rica te crees mostra hasta las wevas'' respondí,'' sí claro, dime por qué soy mostra aer aer'', me retó, ''porque mira eso pe respondí'', ''qué cosa'' preguntó, ''eso es cara o pie'' pregunté, ''y mira eso, ni tetas tienes, eres tan pobre que tus tetas son naturales, anda métete a tu casa mejor oye''. Cuando terminé de decir eso los demás se rieron como si fuese verdad; sin embargo todo lo que dije fueron mentiras, Carol era la niña más linda en todo el edificio y yo la adoraba, pero no iba a dejar que nadie se diera cuenta de eso. Pero mi mecanismo de defensa adolescente no iba a durar por mucho tiempo.
Eres un grosero idiota, gordo, feo y no sabes bailar, entiende, no sabes bailar y nunca sabrás, me sentenció Carol. Lo dijo con la cara multicolor, de rosada pasó a morada, luego amarilla y acabó húmeda, sudorosa, llorosa. Obviamente me sentí muy mal al hacer llorar a mi chica, a mi chica con título de ficción, a mi china como burla a sus ojos le decían, a mi Carol.
Todos se hicieron los locos, los que no habían escuchado nada y seguían toneando, pero Carol y yo quedamos en escombros. Se sentó lejos de mí para chismear con Mary, su mejor amiga y no tan buena mía. Sentado y comiendo decidí salir de la fiesta al pequeño patio donde estaba Candy fumando a todo pulmón. Ella vivía con Katiuska al lado mío. Tenían muy mala reputación en el edificio por la cantidad de hombres que entraban a su cuarto. Candy tenía dieciseis y Katiuska diecisiete, se vestían con ropas muy pegadas y algunas veces no llevaban ropa interior, era muy fácil notarlo.
''¿Qué pasó peque?'' Preguntó, ''no nada Candy, sino que la fea de Carol me odia, se burla cuando bailo y dice que nunca sabré bailar'', le respondí resignado, ''no le hagas caso a esa sonsa, seguro ya le está bajando y por eso se pone así de babosa'' dijo, ''bajando qué'' le pregunté, ''ya tu sabes pues no te hagas'' dijo,''no, no en serio no sé'', me interesé, ya nada olvídalo, y tú quieres aprender a bailar, preguntó, mmm la verdad que sí aunque no tanto, no sé le respondí, mira antes que saber bailar, aprende a besar, una vez que sepas eso a la mierda lo demás, ni se darán cuenta que eres gordo por ejemplo, dijo ella segura, encuentra el momento perfecto e intenta besar a Carol, siguió, qué estás cojuda, ni loco haría eso le dije avispado, ja ja ja ¿acaso no eres hombre? Todos saben que te cagas por esa chibola y a ella seguro que tambíen ya le está picando por ti, aseguró, fuera de acá pechugona le dije ''arrochado'', a mi no me engañas mocoso, se nota, mira mira como te palteas, ya normal oye dijo, mmm pero ni cagando Carol me haría caso, mira peque te diré algo que te servirá para toda la vida, ya dime dime, paré la oreja, mientras más bonita la chica más sola se siente porque sabe que los chicos no se les acercarán por temor al rechazo, es como una regla de la vida que muy pocos se atreven a romperla, pero en este caso tú podrás peque, yo te ayudaré. Por dentro me sentí inseguro, por un lado bien al tener a una pendeja de mi lado con cosas nuevas y mal porque no sabía en que me estaba metiendo. Acompáñame a mi cuarto me dijo, la seguí viendo su espalda.
Entré a su cuarto y fueron automáticas las imágenes de sexo en mi cabeza, como en las películas porno que veía con Lucho por las mañanas gracias a un filtro que le ponía en la parte trasera de su televisor. Katiuska estaba tirada en su cama leyendo una revista, bajó una carilla para saludarme: hola Borgi, ¿qué hay?, nada, vine con Candy para... ¿para qué hemos venido? Te vamos a violar dijo Katiuska y ambas se rieron, ja ja ja reí también, no, lo que pasa es que aquí el muchachito se caga por Carito y le vamos enseñar a besar dijo Candy, qué rico dijo Katiuska mientras se mordía el labio inferior. Ya mira Borgi aprende, primero nosotras luego tú ¿ya?, propuso Candy, oye por cierto sólo he escuchado que te dicen Borgi y no tu nombre ¿cuál es? preguntó Katiuska, si qué cagada de apodo pero me llamo..., ya ya ya luego preguntas, tenemos poco tiempo Katy, ya sabes, la chamba, apuró Candy, sí es cierto, ya ahora mira dijo Katiuska, ¿saldrán? ¿En qué trabajan? pregunté, trabajamos mientras tú duermes respondió Candy con convicción, me quedaron dudas claro, de hecho era la misma duda de todo mi grupito. Empezaron a instruirme con besos cortos, luego pasamos a los besos más intensos, y finalmente los besos con lengua y las manos en la cintura de la otra, ellas siempre primero. Qué rica sensación, no había experimentado nada igual hasta ese momento. Supongo que eso es todo peque, anda muérdete a esa mocosa y no te quedes con las ganas de nada, ahora es todita tuya, dijo Candy muy segura, ¿y cuándo bailaré? Le pregunté, ya luego lo harás, ¿y si no le gustan mis besos tengo que saber bailar? Insistí, ya no jodas y vete, ¿qué no le podría gustar?, qué contraste, ruda y cursi, la adoré. Chau cachetoncito luego nos cuentas, y espera un rato a que se te baje eso ja ja ja, sugirió Katy mientras señalaba hacia abajo, mi bragueta, qué roche pensé y me apuré a salir lo más rápido que pude. Ellas se quedaron mofándose de mí.
Regresé a la fiesta, era algo tarde, mi grupito estaba saliendo con bolsitas sorpresas en sus manos, las chicas corriendo hacia la azotea con una radio. Lucho y David se acercaron hacia mí preguntándome a dónde me había metido, estuve un toque con las fulanas (solíamos llamar así a Candy y Katiuska), les respondí, ¿qué hacías con ellas? Preguntó muy interesado David, ya luego les cuento le respondí, de hecho dijo Lucho. Oye Lucho, ¿Carol dijo algo de mí cuando me fui?, no nada, lo de siempre supongo, que te odia y tanta mierda, respondió. De aquí vamos a jugar a la botella borracha en la azotea, ¿te apuntas? Sí, claro, ¿estará Carol? Puta madre, sí weón, ya vamos subiendo entonces, apúrate David, ¿vas a subir o no? Sí, espera, Jhon me traerá más torta, ya ya ya, vas avanzando entonces dijo Lucho.
Hicimos un círculo rodeando la botella. Me senté al lado de Jhon, mi primo mayor, Carol se sentó al lado de Mary, algo predecible, David al lado de Carol y las gemelas se sentaron al lado de Lucho, su hermano, frente a mí.
Yo empezaré dijo Lucho, él era como el jefe o líder de nuestro grupito, era el mayor, tres años mayor que yo, tenía quince y sin él no se empezaba ningún juego. Giró la botella vacía y le tocó mandar Jhon a Mary. Como se sabía, la perspicacia de Lucho funcionó y Mary fue retada a besarlo. Qué rico, ya estás aprendiendo, dijo Lucho muy descarado. Mary giró la botella y el pico señaló a David y el otro lado a Lucho, besa a Carol ordenó David, se me estrujó el corazón, Lucho muy mandado se le fue con todo a Carol y la besó como si no se hubiese dado cuenta de mi asistencia. Uyyy Carito ya estás dijo Lucho, otra vez con un tono descarado. Miré mal a David como reprochándole su orden. Seguían los besos, muchos besos pero ninguno conmigo, empecé a desesperarme y Lucho seguía ganándose con las chicas, y a propósito con mi Carol, tanto que cuando le tocó mandarle algo le pidió que lo bese. Con eso estaba más hígado que nunca y se me quitó todo lo gracioso hasta que por fin el pico de la botella me señaló y el otro lado sorpresivamente a Carol. Todos me miraron esperando mi orden. La tenía en la punta de la lengua, si no lo hacía en ese momento Lucho terminaría haciéndole no se qué tanta mierda a mi Carol, así que lo inesperado pasó y le pedí a Carol que me bese. Pareció haberse parado el mundo cuando Carol se paró, se acercó a mí y me dijo: no sabes bailar, bésame le dije, pero no sabes bailar interrumpió ella, la cogí de la cintura y la apreté a mi cuerpo, me fui directamente al tercer paso, la besé muy lento y suave, elevé una mano hasta su ondeada cabellera para masajear su cabeza, la gloria, por Dios pensé, esto es la gloria. Nos despegamos, el tiempo siguió su curso, todos con un ‘’wow’’ en sus caras, en la radio empezó a sonar High and dry de Radiohead. ¿Bailamos esa? Me preguntó Carol, pero si dices que no sé bailar nada, besas muy rico Jaime, ¿bailamos?

Matador

-Mira qué patazas tiene esa tía, cómo quisiera darle una mordidita.
-Ja ja ja, ese Yako, estás más ''wantán''.
-Sí ''broer'', estoy como papaya verde, no sabes.
El taxi en el que iban Yako y Coco se detuvo en medio del congestionado tráfico que había en corazón de la ciudad fría. Donde, para poder sentirte caliente, debías alucinar y romperte el ojo con la voluptuosidad de las mujeres y sus encantos coquetones que muy bien simulaban una atracción recíproca, según Yako.
-Pero mira pues ''weón'', qué rica está la tía.
-Sí, puta madre, ya la vi. Oye, tú ya casi te estás muriendo y aún así jodes.
-¡Qué ladilla eres!
-Gallina vieja da buen caldo -agregó el taxista.
-¡Qué buenas patas, mamacita rica! -alzó la voz Yako dirigiéndose a una apurada mujer ya algo madura que caminaba tropezándose.
La mujer volteó y vio con desdeño al osado joven que trató de escabullirse en el asiento trasero.
-¡Uy mierda! -se sorprendió Coco- La tía te clavó una ‘’miradota’’ bien pendeja.
-Me encantó esa mujer.
-Ya no hay muchas señoras así por acá, lo que ahora nos queda es inventarlas -volvió a agregar el taxista mientras limpiaba el espejo retrovisor de su carcocha.
-Pues parece que sí, están contadas. Bueno, ya avance tío o llegaré tarde a mi cita.
-Oye Yako, ¿A dónde crees que irá tan apurada la tía?
-Ni idea, seguro a un ‘’rapidín’’.
-Ja ja ja. Qué rico, imagínate pues con esa tía.
-Enfermos -susurró el taxista.
-Ya, ya. Ya tío, avanza, avanza -apuró Yako.
Llegaron al hospital, bajaron del taxi, Coco pagó. Yako simulaba estar muy enfermo, se tocaba y apretaba el pecho. Los atendieron en la recepción, sacaron la historia clínica de Yako. Él se molestó porque su doctor designado aún no había llegado.
-Ahí está, ahí está la doctora- repitió la recepcionista señalando a una mujer madura, hermosa, con las piernas bien tonificadas, parecidas a las de la mujer apurada en la calle. De hecho, eran suyas.
Un reflejo automático hizo que Yako se agache simulando atarse los pasadores, olvidando la otra simulación de dolor en el pecho. La doctora pasó como un rayo respondiendo: -sí, mi amor- por celular sin percatarse de su nuevo paciente.
-Oye Yako, mira a tu doctora.
-Porque no la quiero ver es que estoy agachado, ‘’weón’’.
-Ja ja ja, qué cague de risa. Y ahora ¿qué vas hacer?
-Puta madre, no sé, espera.
Yako pidió a la recepcionista que le cambiaran de doctor, pero su solicitud informal no fue aceptada.
-Ya pues, caballero. Entra Yakín, ja ja ja.
-Ya, qué mierda, seguro ni me reconocerá.
Yako entró a ''la sala de torturas'', como decía él a todo consultorio. Saludó y el desacierto sucedió.
-¡Ah! Eres el pervertido del taxi.
-En serio, lo siento mucho. No sé que me pasó y...
-Ya muchachito, sólo eres un mañoso más, no quiero hablar de eso. ¿Edad?
-21.
-Eres un mocoso. ¿Estudias? ¡Ja!
-Perdón, ¿por qué ese ''ja''?
-Lo siento, creo que no fue muy profesional. Responde -apuró la doctora.
-Sí.
-Sí ¿qué?
-Si estudio.
-¿Qué estudias pues hijito?
-Informática -Yako empezaba a sentirse incómodo.
-Con razón.
-¿Con razón qué?
-Nada. ¿Creas páginas porno?
-¿Qué? No, espere, no soy un pervertido, ¿a qué viene esa pregunta?
-Sólo me divierto.
-Pero no es ético. No creo que sea necesario esto, me ofende.
-¿Perdón? No seas sensible, ¿ofendido tú?
-¿Todo esto por lo de hace un rato en la calle?
-Seré sincera, creo que no soy tan madura como para perdonarte eso, ¿ok?
-No sé qué más decirle para que me perdone por eso, si quiere solicito que me atienda otro doctor.
-No, ya estás aquí. No te atreverás a poner en duda mi profesionalismo.
-Usted es muy extraña, sin embargo empieza a gustarme.
-Ah, mira tú, pues quítate esa idea ‘’pajerito’’. Estoy a años luz de tu alcance.
-Veremos -Yako sonó más seguro.
-Ya déjate de tanta cosa y dime ¿qué es lo que tienes?
-Dolores muy fuertes en el pecho, a veces me cuesta respirar.
-Ok, quítate el polo y siéntate en la camilla.
-Uh, ¿tan rápido?
-No te hagas el gracioso, niño.
La doctora examinó a Yako y no encontró algo extraño en sus pulmones mientras le pedía que tome aire por tres segundos y luego exhale.
-Tus pulmones están bien, ¿fumas?
-Sí, pero no tan seguido.
-Ok, fumas. Sigue así, a mediano plazo serás impotente y no podrás satisfacer ni a una vieja como yo.
-Ja ja ja, lo sé. Pero también sé que no soy impotente, y tú no eres una vieja, así que descaradamente digo que puedo satisfacerte muy bien.
-Buen punto mocoso, ¿y con qué me vas a satisfacer? ¿Con tus juguetes?, ¿con tus muñecos?
-Sí, me gustan los muñecos. Mi favorita es la mujer, de lejos es la muñeca más peligrosa.
Ella miró a Yako con un gramo de interés. Le gustó ser cortejada. Lo que pasó en la calle ya no importaba. Ahora tenía al pervertido sólo para ella y quería que el muchacho siguiera siéndolo.
-Veamos, ¿comes a tus horas? -preguntó la doctora.
-No, nunca.
-¿Comes rápido?
-Creo que sí-
-Ok, sólo tienes gases. La opresión en el tórax es provocado, en este caso, por gases. Por lo que me has respondido tienes una mala digestión. No te confíes tampoco, el dolor en el tórax no sólo es por eso; ocurre también por el origen de problemas en el corazón, los pulmones, músculos, nervios y más cosas de cuidado. Así que apenas vuelvas a sentir dolor vienes lo más rápido posible.
-Ufff, pensé que tenía problemas con el corazón.
-No, sólo eres flatulento.
-No exactamente...
-Come a tus horas muchachito y hazlo despacio. Toma, compra esto. Tómalo antes de cada comida y regresa en una semana.
-Lo haré doctora...no escuché su nombre.
-No lo dije. Toma mi tarjeta, llámame.
-Ok. Doctora Natalia Villalobos. Suena fuerte, con carácter.
-Estás delirando, vete, no quiero que te mueras en mi consultorio. Recuerda, llámame.
Yako salió y Coco corrió hacia él preguntándole qué pasó. Yako respondió diciéndole que no mucho, que regresará en una semana. No le dio muchos detalles de su para-nada-bien augurado encuentro con la doctora.
Yako regresó a la semana siguiente para su ‘’checkeo’’. (Previamente había llamado y salido con su doctora). Se llevaban bien, estaban cómodos a pesar de la existencia de una familia de por medio, una relación seria que mantenía Natalia con un fiscal. No les importaba mucho eso, eran amantes. El fin justificaba los medios. Placer.
Tenían sexo por las mañanas, tardes, noches. Incluso dormidos. En diversos lugares rompiendo records personales y maratonianos.
Coco quería saber más del trato que tenía su viejo amigo con la doctora, Yako le respondía casi siempre con lo mismo para despistarlo: ''todo va lento, nos estamos conociendo como buenas personas civilizadas para luego conocernos como animales''.
El amor se presentó como un tema debatible en esta relación, más aún cuando la pasión estaba sobre la razón.
La conciencia abofeteó a Natalia antes que a Yako. Ella se negó a seguir, provocando infelicidad y desequilibrio emocional.
Yako, indignado y desesperado por no estar del mismo lado de Natalia, insistía de muchas maneras para llamar de nuevo su atención. Se cansó y mandó un último correo que decía:
‘’Querida Natalia, hoy quería decirte sin pavor a tu indiferencia que no te amo. Que no eres mi vida; sino mi muerte más sangrienta y planeada entre cada sueño, cada palabreo, cada letra, cada estirón y cada orgasmo. No te mereces mi aflicción, mi sudoración, ni mi eyaculación. Te mereces mi odio más cabrón, mi sacrificio más rompe huesos, la lava en forma de lágrimas que calcinan mi rostro y que oculto cuando me desprecias. Te odio desde las 2:49 de una tarde de Febrero, a pocos minutos de un monaguillo y su jugueteo con una campana. Te odio por decirme que el enamoramiento es cosa de niños. Sin embargo, tu papá no está enamorado de tu mamá. Te odio cuando te veo con ese cuarentón del culo grasoso, no es simpático como tú le dices a tu madre que lo es sin habérselo presentado. Es horrible, una desgracia de hombre y, encima, mata animales. La próxima vez que lo vea patear a un perro, le rebanaré los testículos y se los tiraré a ‘’killer’’, el perro de doña Leda; sí, mi vecina, ella, la que dice te vistes como puta y que tienes el culo matado de tanta atorada. Eso, en parte, me hace quedar bien.
No soy un niño como tú crees, ya no, contigo no lo fui. No soy un romántico empedernido, pero tampoco soy un iceberg hunde ‘’titanics’’.
Me has hecho mal, me has corrompido. Ya no me siento un ‘’yedi’’. Dijiste que lo intentarías. Eso fue en Febrero, sin embargo, aún es Febrero y ya te rendiste. La proclamación de nuestra independencia sólo fue una puta adinerada, y seguirá siendo una puta. Nuestro amor ‘’putón’’, nuestra relación pendeja y lo que tengo entre cada fraseo, se fueron. Murió. La maldad: tu maldad, tu egoísmo, tu burla y tu desprecio ahora lo tomo, porque si hablamos de maldad, mis palabras matan.
La próxima vez que te acerques le sacaré la mierda a tu presencia, a la oportunidad de tenerme otra vez frente a ti. Forzaré al destino y prefiero verte muerta. Quiero que te mueras, quiero matarte, y enterrarte, perra fría.
No es despecho, me castigaste con esto, con un amor falso, con una pena máxima que se convirtió en mi máxima pena.
Pd: Saludos a Pierito. Aún no puedo creer que sea hijo del culo grasoso’’.

Natalia respondió ese correo con algo medianamente digerible:
‘’Amado Jack. Los amantes se lastiman, se curan, se vuelven a herir.
Los amantes se confunden, se sobrentienden, se malinterpretan.
Los amantes se odian, se olvidan, se extrañan.
Los amantes fingen, se abren, se escapan.
Los amantes se enamoran, se demuestran su amor, se deshacen del fruto de su amor.
Los amantes se muerden, se desangran, cicatrizan.
Los amantes se desean, se repudian, se engríen.
Los amantes gritan, se retuercen, se vienen.
Los amantes lloran, ríen, duermen.
Los amantes posan, se inquietan, se estiran.
Los amantes se disfrazan, presumen, se desnudan.
Los amantes se besan, se apasionan, tiran.
Los amantes nacen, se reproducen y mueren.
PD: Estoy embarazada, y no es hijo del culo grasoso’’.

This charming man

Charly tiene ventaja según él cree. Piensa que todo está a su merced, ridiculez suya producto de su egocentrismo. Camina erguido en medio de gente que lo admira ciegamente sin saber el por qué de su éxito, de su fortuna, de su provechoso ''business'' a quien muchos consideran es su cuerpo.
Las tías y cholitas aguantadas se le tiran, ignorando su dignidad en medio de esa calentura. Muy jocoso y realmente embarazoso tener que pasar por todo eso, es lo que cree Rodolfo o ''Fito'' como lo llama Charly y sus otros amigos de ese círculo vanidoso, donde Fito se encuentra más perdido que antes, donde no se encuentra a sí mismo, pero cómo no sentirse así, ser un modelito de Chollywood no es la gran cosa, no para su alma, sí para sus bolsillos.
Charly tiene más jale con los diseñadores locales, su porte y su carisma lo están catapultando a la ''gloria'', al sustento futuro de una vida sin ajetreos, de una vida de relajos, de vicios y de amores después de amores.
Fito por su parte, es más caleta, algunos críticos de la moda creen que debería dedicarse a ser modelo de manos, a él ya no le parece nada gracioso ese comentario, lo fue en algún momento que por compromiso tuvo que sonreír en vivo a través de cadena nacional.
Cuando rara vez Charly y Fito desfilan juntos luciendo telas, tejidos, licras, y demás prendas con toques conservadores y algunas veces descarados, a duras penas se miran, no hablan, se ignoran. Charly suelta una sonrisita y Fito le responde con el ceño fruncido, Charly no se baja ante eso y sigue sonriendo y mirando a Fito concentrado, como un dardo teledirigido a una diana; Fito sonríe también pero por dentro piensa que Charly es un descarado. Eso pasa y aumenta cada vez que desfilan juntos.
Fito regresa a su departamento desordenado en un vecindario acomodado, pone un CD de Morrisey y se tumba sobre su cama king size exhausto. Quiere quedarse dormido y olvidar el flash de las cámaras, el frío entumecedor del sur y la desfachatez de Charly, en ese momento lo odia y no quiere volver a verlo.
Cree haber pedido demasiado porque a los pocos minutos suena su intercomunicador, lo ignora y luego suena y vibra su celular, lo coge y lo tira lo más lejos que pueda de él. El intercomunicador vuelve a sonar y sabe que contra ese aparatito no puede hacer mucho, así que tiene que levantarse y atender a su visitante.
No muy grata es la sorpresa, Charly era quien insistía con los soniditos tecnológicos caseros. Tratando de no arrepentirse, Fito le abre la puerta y ve a un Charly mareado, tambaleándose con una botella de champagne seudo robada de la fiesta post desfile, eso es lo que le dice a Fito.
-Fui claro contigo Charly, no quiero que vengas, no me gusta cómo vamos en esto, insisto en que no nos llevará a nada bueno, por Dios Charly ya te lo dije muchas veces.
-¿Oye tu teléfono está malogrado?
-No, pero está lleno. Ya no me llames, no me jodas y vete.
-Eso no se le hace al buen Charly, Fitipillín.
-¿Fitipillín? Por la puta madre Charly, estás pasadazo, mira, haremos algo, déjame llevarte a tu casa.
-No, yo me quedo aquí, he vivido aquí, así que pues yo me quedo, esto también es mío.
-¿Tuyo? Ya nada es tuyo Charly, dejó de ser tuyo inclusive yo cuando te fuiste a Boston con esa putita que al final terminó cagándote, mírate ahora Charles, si todos supieran quien eres en realidad, ni tu lindo cuerpo te ayudaría a conseguir algo, no eres nada Charly, ya no. Fuiste alguien cuando me tenías a mí, pero dejaste ir lo mejor que te pudo haber pasado.
-No quiero que digan que soy un marica, que soy el modelito marica con el otro modelo maricón.
-Pues somos diferentes, yo si me acepto tal y como soy y me vale mierda quien me señale y me juzgue por lo que soy, en cambio tú eres un triste imbécil aparentando ser algo que nunca fue, eres un maricón Charly, acéptalo.
-¡Cállate mierda! ¿Acaso querías que paseáramos por las calles saltando cogidos de la mano gritando lo feliz que nos sentimos por ser maricas? No me jodas Fito, no me jodas, muerto antes que alguien se entere de esto.
-¿Entonces por qué me sigues si tanto te jode? Me molesta demasiado cuando me miras así en los desfiles, te crees la gran mierda, no me sigas entonces, déjame en paz, ya ahora si vete.
-Es sólo una pichanga Fito, nadie tiene porque enterarse ni mucho menos alucinarse, te me pones durito, guárdate eso para más tarde.
-La pichanga de un malnacido, qué paja, vete mierda antes que te reviente esa botella en tu puta y enferma cabeza.
-Ok, Ok, ya no te jodo más, pero sabes que regresaré.
-Y yo no estaré. He conocido a alguien muy interesante y está mucho más apetecible que tú.
-¿Qué carajos? ¿Quién es? ¿Qué puto imbécil es?
-No es un puto, es una chica, y no es puta.
-Jajaja...Ok, ¿así quieres jugar no?
-No es un juego, imbécil.
-No me preocupa, espera a que me conozca tu chica y ya verás a quien elige, con quien si quiere ser una putita.
-Estás enfermo Charly, vete, es la última vez que te lo pido.
-Adiós Fitipillín.
Fito sacó a empujones a Charly y le tiró la puerta. Regresó a su cama y lloró toda la noche. Bien o mal, al día siguiente fue por la chica. Llegó a su casa y Celeste lo esperó afuera, Fito bajó de su oscuro Toyota y corrió hacia ella, la abrazó y le dijo que Sí, que si aceptaba vivir con ella.
Al poco tiempo se llevó a cabo eso y Fito era feliz con Celeste, era mejor persona con ella que con Charly. No le dijo nada sobre Charly, creyendo que iba a arruinar en parte la relación seria que ahora mantenían.
Charly no molestó más a Fito. Se enteró que su ex pareja sentimental del mismo sexo había tenido recientemente un hijo bautizado con el nombre de Carlos. Charly se rió mucho al saberlo y decidió ir por su ex amigo.
-Todo estaba bien, pero faltabas tú Charly.
-No entiendo Fito.
-Te quise desde niños, cuando te llamaban Carlos y cuando nuestras madres nos vestían igual. Mi hijo tiene tu nombre como ya lo sabes, lo más cercano a ti y a mi afecto, no me arrepiento de nada, hoy en día aún te quiero mucho, primo.
-Yo también te quiero.
Charly aún sigue ocultando sus mariconadas en las mañanas en programas de espectáculos, pero por las noches recuerda a Fito al lado de él en su cama y lo abruma la distancia, su ego y su inexperiencia con el sexo opuesto, que no pasa de toqueteos en las calles.