domingo, 6 de febrero de 2011

Matador

-Mira qué patazas tiene esa tía, cómo quisiera darle una mordidita.
-Ja ja ja, ese Yako, estás más ''wantán''.
-Sí ''broer'', estoy como papaya verde, no sabes.
El taxi en el que iban Yako y Coco se detuvo en medio del congestionado tráfico que había en corazón de la ciudad fría. Donde, para poder sentirte caliente, debías alucinar y romperte el ojo con la voluptuosidad de las mujeres y sus encantos coquetones que muy bien simulaban una atracción recíproca, según Yako.
-Pero mira pues ''weón'', qué rica está la tía.
-Sí, puta madre, ya la vi. Oye, tú ya casi te estás muriendo y aún así jodes.
-¡Qué ladilla eres!
-Gallina vieja da buen caldo -agregó el taxista.
-¡Qué buenas patas, mamacita rica! -alzó la voz Yako dirigiéndose a una apurada mujer ya algo madura que caminaba tropezándose.
La mujer volteó y vio con desdeño al osado joven que trató de escabullirse en el asiento trasero.
-¡Uy mierda! -se sorprendió Coco- La tía te clavó una ‘’miradota’’ bien pendeja.
-Me encantó esa mujer.
-Ya no hay muchas señoras así por acá, lo que ahora nos queda es inventarlas -volvió a agregar el taxista mientras limpiaba el espejo retrovisor de su carcocha.
-Pues parece que sí, están contadas. Bueno, ya avance tío o llegaré tarde a mi cita.
-Oye Yako, ¿A dónde crees que irá tan apurada la tía?
-Ni idea, seguro a un ‘’rapidín’’.
-Ja ja ja. Qué rico, imagínate pues con esa tía.
-Enfermos -susurró el taxista.
-Ya, ya. Ya tío, avanza, avanza -apuró Yako.
Llegaron al hospital, bajaron del taxi, Coco pagó. Yako simulaba estar muy enfermo, se tocaba y apretaba el pecho. Los atendieron en la recepción, sacaron la historia clínica de Yako. Él se molestó porque su doctor designado aún no había llegado.
-Ahí está, ahí está la doctora- repitió la recepcionista señalando a una mujer madura, hermosa, con las piernas bien tonificadas, parecidas a las de la mujer apurada en la calle. De hecho, eran suyas.
Un reflejo automático hizo que Yako se agache simulando atarse los pasadores, olvidando la otra simulación de dolor en el pecho. La doctora pasó como un rayo respondiendo: -sí, mi amor- por celular sin percatarse de su nuevo paciente.
-Oye Yako, mira a tu doctora.
-Porque no la quiero ver es que estoy agachado, ‘’weón’’.
-Ja ja ja, qué cague de risa. Y ahora ¿qué vas hacer?
-Puta madre, no sé, espera.
Yako pidió a la recepcionista que le cambiaran de doctor, pero su solicitud informal no fue aceptada.
-Ya pues, caballero. Entra Yakín, ja ja ja.
-Ya, qué mierda, seguro ni me reconocerá.
Yako entró a ''la sala de torturas'', como decía él a todo consultorio. Saludó y el desacierto sucedió.
-¡Ah! Eres el pervertido del taxi.
-En serio, lo siento mucho. No sé que me pasó y...
-Ya muchachito, sólo eres un mañoso más, no quiero hablar de eso. ¿Edad?
-21.
-Eres un mocoso. ¿Estudias? ¡Ja!
-Perdón, ¿por qué ese ''ja''?
-Lo siento, creo que no fue muy profesional. Responde -apuró la doctora.
-Sí.
-Sí ¿qué?
-Si estudio.
-¿Qué estudias pues hijito?
-Informática -Yako empezaba a sentirse incómodo.
-Con razón.
-¿Con razón qué?
-Nada. ¿Creas páginas porno?
-¿Qué? No, espere, no soy un pervertido, ¿a qué viene esa pregunta?
-Sólo me divierto.
-Pero no es ético. No creo que sea necesario esto, me ofende.
-¿Perdón? No seas sensible, ¿ofendido tú?
-¿Todo esto por lo de hace un rato en la calle?
-Seré sincera, creo que no soy tan madura como para perdonarte eso, ¿ok?
-No sé qué más decirle para que me perdone por eso, si quiere solicito que me atienda otro doctor.
-No, ya estás aquí. No te atreverás a poner en duda mi profesionalismo.
-Usted es muy extraña, sin embargo empieza a gustarme.
-Ah, mira tú, pues quítate esa idea ‘’pajerito’’. Estoy a años luz de tu alcance.
-Veremos -Yako sonó más seguro.
-Ya déjate de tanta cosa y dime ¿qué es lo que tienes?
-Dolores muy fuertes en el pecho, a veces me cuesta respirar.
-Ok, quítate el polo y siéntate en la camilla.
-Uh, ¿tan rápido?
-No te hagas el gracioso, niño.
La doctora examinó a Yako y no encontró algo extraño en sus pulmones mientras le pedía que tome aire por tres segundos y luego exhale.
-Tus pulmones están bien, ¿fumas?
-Sí, pero no tan seguido.
-Ok, fumas. Sigue así, a mediano plazo serás impotente y no podrás satisfacer ni a una vieja como yo.
-Ja ja ja, lo sé. Pero también sé que no soy impotente, y tú no eres una vieja, así que descaradamente digo que puedo satisfacerte muy bien.
-Buen punto mocoso, ¿y con qué me vas a satisfacer? ¿Con tus juguetes?, ¿con tus muñecos?
-Sí, me gustan los muñecos. Mi favorita es la mujer, de lejos es la muñeca más peligrosa.
Ella miró a Yako con un gramo de interés. Le gustó ser cortejada. Lo que pasó en la calle ya no importaba. Ahora tenía al pervertido sólo para ella y quería que el muchacho siguiera siéndolo.
-Veamos, ¿comes a tus horas? -preguntó la doctora.
-No, nunca.
-¿Comes rápido?
-Creo que sí-
-Ok, sólo tienes gases. La opresión en el tórax es provocado, en este caso, por gases. Por lo que me has respondido tienes una mala digestión. No te confíes tampoco, el dolor en el tórax no sólo es por eso; ocurre también por el origen de problemas en el corazón, los pulmones, músculos, nervios y más cosas de cuidado. Así que apenas vuelvas a sentir dolor vienes lo más rápido posible.
-Ufff, pensé que tenía problemas con el corazón.
-No, sólo eres flatulento.
-No exactamente...
-Come a tus horas muchachito y hazlo despacio. Toma, compra esto. Tómalo antes de cada comida y regresa en una semana.
-Lo haré doctora...no escuché su nombre.
-No lo dije. Toma mi tarjeta, llámame.
-Ok. Doctora Natalia Villalobos. Suena fuerte, con carácter.
-Estás delirando, vete, no quiero que te mueras en mi consultorio. Recuerda, llámame.
Yako salió y Coco corrió hacia él preguntándole qué pasó. Yako respondió diciéndole que no mucho, que regresará en una semana. No le dio muchos detalles de su para-nada-bien augurado encuentro con la doctora.
Yako regresó a la semana siguiente para su ‘’checkeo’’. (Previamente había llamado y salido con su doctora). Se llevaban bien, estaban cómodos a pesar de la existencia de una familia de por medio, una relación seria que mantenía Natalia con un fiscal. No les importaba mucho eso, eran amantes. El fin justificaba los medios. Placer.
Tenían sexo por las mañanas, tardes, noches. Incluso dormidos. En diversos lugares rompiendo records personales y maratonianos.
Coco quería saber más del trato que tenía su viejo amigo con la doctora, Yako le respondía casi siempre con lo mismo para despistarlo: ''todo va lento, nos estamos conociendo como buenas personas civilizadas para luego conocernos como animales''.
El amor se presentó como un tema debatible en esta relación, más aún cuando la pasión estaba sobre la razón.
La conciencia abofeteó a Natalia antes que a Yako. Ella se negó a seguir, provocando infelicidad y desequilibrio emocional.
Yako, indignado y desesperado por no estar del mismo lado de Natalia, insistía de muchas maneras para llamar de nuevo su atención. Se cansó y mandó un último correo que decía:
‘’Querida Natalia, hoy quería decirte sin pavor a tu indiferencia que no te amo. Que no eres mi vida; sino mi muerte más sangrienta y planeada entre cada sueño, cada palabreo, cada letra, cada estirón y cada orgasmo. No te mereces mi aflicción, mi sudoración, ni mi eyaculación. Te mereces mi odio más cabrón, mi sacrificio más rompe huesos, la lava en forma de lágrimas que calcinan mi rostro y que oculto cuando me desprecias. Te odio desde las 2:49 de una tarde de Febrero, a pocos minutos de un monaguillo y su jugueteo con una campana. Te odio por decirme que el enamoramiento es cosa de niños. Sin embargo, tu papá no está enamorado de tu mamá. Te odio cuando te veo con ese cuarentón del culo grasoso, no es simpático como tú le dices a tu madre que lo es sin habérselo presentado. Es horrible, una desgracia de hombre y, encima, mata animales. La próxima vez que lo vea patear a un perro, le rebanaré los testículos y se los tiraré a ‘’killer’’, el perro de doña Leda; sí, mi vecina, ella, la que dice te vistes como puta y que tienes el culo matado de tanta atorada. Eso, en parte, me hace quedar bien.
No soy un niño como tú crees, ya no, contigo no lo fui. No soy un romántico empedernido, pero tampoco soy un iceberg hunde ‘’titanics’’.
Me has hecho mal, me has corrompido. Ya no me siento un ‘’yedi’’. Dijiste que lo intentarías. Eso fue en Febrero, sin embargo, aún es Febrero y ya te rendiste. La proclamación de nuestra independencia sólo fue una puta adinerada, y seguirá siendo una puta. Nuestro amor ‘’putón’’, nuestra relación pendeja y lo que tengo entre cada fraseo, se fueron. Murió. La maldad: tu maldad, tu egoísmo, tu burla y tu desprecio ahora lo tomo, porque si hablamos de maldad, mis palabras matan.
La próxima vez que te acerques le sacaré la mierda a tu presencia, a la oportunidad de tenerme otra vez frente a ti. Forzaré al destino y prefiero verte muerta. Quiero que te mueras, quiero matarte, y enterrarte, perra fría.
No es despecho, me castigaste con esto, con un amor falso, con una pena máxima que se convirtió en mi máxima pena.
Pd: Saludos a Pierito. Aún no puedo creer que sea hijo del culo grasoso’’.

Natalia respondió ese correo con algo medianamente digerible:
‘’Amado Jack. Los amantes se lastiman, se curan, se vuelven a herir.
Los amantes se confunden, se sobrentienden, se malinterpretan.
Los amantes se odian, se olvidan, se extrañan.
Los amantes fingen, se abren, se escapan.
Los amantes se enamoran, se demuestran su amor, se deshacen del fruto de su amor.
Los amantes se muerden, se desangran, cicatrizan.
Los amantes se desean, se repudian, se engríen.
Los amantes gritan, se retuercen, se vienen.
Los amantes lloran, ríen, duermen.
Los amantes posan, se inquietan, se estiran.
Los amantes se disfrazan, presumen, se desnudan.
Los amantes se besan, se apasionan, tiran.
Los amantes nacen, se reproducen y mueren.
PD: Estoy embarazada, y no es hijo del culo grasoso’’.

No hay comentarios: