domingo, 6 de febrero de 2011

El vestido negro

Zoe no puede quitarse el vestido negro. Lo lleva puesto desde la fiesta de graduación de Santiago, un sábado de diciembre donde disfrutó la ceremonia desde las sillas de los invitados y no desde el interior de una toga. Esa misma noche se hizo novia de Santiago después de tener sexo duro en el asiento trasero de un Toyota RAV4 estacionado al lado de un Nissan X TRAIL de Paco, su ex.
-¿Cuando carajo te vas a quitar ese vestido? -pregunta Santiago.
-Aunque quisiera en este momento, no puedo amor, no estoy preparada -responde Zoe.
Zoe no puede quitarse el vestido negro porque sus limitadas extremidades superiores e inútil contorsión no le ayudan para alcanzar el cierre y poderlo bajar. Es una obsesiva compulsiva y no permite que ni el propio Santiago le ayude con semejante hazaña, mucho menos algún desconocido.
Con el vestido puesto hace de todo en la casa: barre, lava la ropa de Santiago, cocina, pelea, tira y duerme. Va al gimnasio por las mañanas, luego a su curso de dibujo y pintura. Por las tardes sale de la ciudad manejando su bicicleta hasta la casa de Clarisa para ir a cazar conejos, quemar hojas caídas, espantar el ganado ajeno para su libertad por las praderas, bañarse en el río, siempre llevando puesto el vestido negro.
-¿Cuando te quitarás el vestido Zoe? -pregunta suavemente Clarisa.
-Cuando esté preparada amor, aún no lo estoy.
Regresa por la noche a su departamento en la ciudad, donde los vecinos ya se acostumbraron a verla vestida de negro, la creen loca, se han quejado con Santiago insinuándole el desequilibrio mental de su esposa, Santiago no hace caso a los chismes y putea a quien se atreva a ''preocuparse'' por la apariencia y actitud de su Zoe, él la adora pero en el fondo no puede evitar preocuparse.
Zoe entra a su departamento, ve sentado en el sofá a Santiago leyendo una revista con gráficos desnudos de la modelito más fashion del momento en la portada.
-Qué bueno que te hayas entretenido en mi ausencia -dice Zoe en voz baja mientras mira sus pies y lentamente deja caer las llaves.
-Eres mente de pensamiento deductivo. Te expresas como pensadora independiente, con autoridad y lealtad, generalmente en actividades exclusivas, más dependiente de la intuición que de la razón. Recibes aumento en tareas que requieren meditación, inspiración, inmersión en las profundidades del ser y de las cosas. Amas lo complejo y lo elevado, lo que se siente y lo que se presiente. Podrías destacar en profesiones como científica, profesora, ocultista, escritora, horticultora, inventora, abogada, actriz, analista o lideresa religiosa -dice Santiago en voz alta.
-¡Oh! ¿De dónde sacaste eso corazón de melón?
-De aquí, mira -Santiago señalando su revista.
-Y ¿qué religión? -pregunta la pasiva Zoe.
-No lo sé, te lo mencioné porque por curiosidad quería saber más de ti. Quiero que trabajes Zoe, no sé en qué ni dónde te la pasas todo el día mientras yo sí trabajo. Y casi siempre me perturba algo, todos los recuerdos contigo siempre son de ese vestido negro que nunca te lo quitas ni has dejado quitártelo en estos tres años, no sólo lo he notado yo, todos lo notan y empieza a reventarme las bolas cuando dicen que estás loca.
-No estoy loca ''honey'', el humo de la ciudad les hace mal, dime cómo me quieres, ¿con esos chismes o sin ellos?
-Sólo te quiero a ti Zoe, pero ese vestido...
-No estoy preparada... -interrumpe la mujer.
-Lo sé.
-No sabes -contradice Zoe y se acerca para cabalgar a su esposo.
-Espera, ¿qué haces? Estoy cansado.
-Y yo cansada de ti y los chismes -Zoe y su baja voz casi susurrando.
-Puedo entenderlo pero tú también entiéndeme, la vieja de abajo que tiene ese escandaloso perro del segundo piso cada vez que me mira me pone nervioso, por más que la he mandado a la mierda no olvido sus palabras, sus insinuaciones, me jode Zoe, en serio me jode cada vez más.
-Mi amor, esa señora no sabe nada, sólo dice cosas tontas porque nos quejamos por los ladridos de su perrito, además...
-Un día me dijo que te vio... -se detuvo Santiago.
-¿Me vio qué corazón?
-No sé, es estúpido...
-Dime mi vida, anda dime -insistió Zoe.
-Te vio besándote con una mujer en el ascensor y no es que le crea pero...
-¡Bájate los pantalones hijo de puta! -Zoe alzó por primera vez la voz.
-¿Qué? -preguntó confundido Santi.
-Bájate los pantalones o lo haré yo.
Santiago se bajó los pantalones y levantó la cabeza para mirar a Zoe y recibir una nueva orden. Zoe se levantó un poco, se quitó la ropa interior y delicadamente se sentó a horcajadas sobre su hombre.
-¿Te excita que me bese con otra mujer papi? -preguntó Zoe al oído de Santiago.
Santiago estaba muerto pero feliz, Zoe se movía lentamente, el cerebro de él estaba rebobinando recuerdos, la excitación de ella se lo impedía, él quería detenerse, ella se lo impedía, él quería vernirse, ella no se lo iba a impedir.
-¿Qué me has hecho? -preguntó Santiago.
-Lo que te gusta, lo necesario, mi amor.
-¿Necesario para qué?
-Para que estés tranquilo y no te metas en problemas -respondío Zoe.
-¿En qué problemas?
-Duerme corazón, duerme -Zoe apaciguando a su hombre con la mano.
Santiago se quedó dormido con los pantalones en los tobillos sobre el sofá, Zoe se volvió a poner la ropa interior, fue hacia la cocina, tomó el cuchillo mantequillero, abrió la puerta y bajó al segundo piso, no usó el ascensor. Tocó la puerta de doña Charo, la dueña del perro escandaloso, la señora abrió, vio a Zoe y ni se inmutó, su perro le ladraba a Zoe entre las piernas de su dueña. Zoe mostró el cuchillo mantequillero que ocultaba, levantó el brazo y lo clavó en el ojo de la anciana, marcó una cruz en su frente y retiró el cuchillo para dejar caer a la indefensa pero esta vez muy callada vieja.
Subió a su departamento, esta vez usando el ascensor. Llegó, lavó el cuchillo, lo puso en su debido lugar y se acostó en el piso, cerca a Santiago.
Santiago le preguntó semidespierto por los ladridos del perro, Zoe le dijo que es lo mismo de siempre, que no se preocupe. Durmieron.
Al día siguiente Santiago rompió el silencio y despertó a Zoe, le dio la noticia sobre la extraña muerte de doña Charo.
-Qué terrible corazón -fingió preocupación.
-Sí, la velarán en casa de su hermana fuera de la ciudad, sé que no te gusta este tipo de cosas y si deseas voy solo, ¿qué dices?
-No -se apuró Zoe, llevó la órbita de su mirada hacia el gran espejo de la izquierda, vio el vestido y dijo- Ya estoy preparada. Sonrió.

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