domingo, 6 de febrero de 2011

Diario de una muerte

Domingo, 10 de Febrero de 2006

-Le temo a la oscuridad, le he temido siempre. Pero no le temo a la de callejones, o a esa que desaparece con sólo encender una lámpara antigua o un fluorescente moderno, me refiero a la que he creado cuando cierro los ojos, cuando mi alma ya no escolta a mi cuerpo y mis manos extinguen la vida de otros''.



Domingo, 10 de Febrero, 6:07 a.m.

-Despierto y siento que no me quiero vestir, me siento libre, relajado, un autista ante los demás y un desnudista ante mis ojos. Hoy soy un mango violado por gusanos y no una pera que espera ser golpeada para dejar de ser más verde que el carajo; no me gustan los cocachos, así no aprendo, me gustan las caricias fingidas y los retos que otros ya batieron. Hoy me siento un Sargento Pimienta setentón y no un David Bowie maricón, me he visto al espejo tres veces y ¡joder! sigo siendo marrón, he levantado cuatro monedas que había olvidado levantar hace un par de años o más, sé que no me traerán suerte, no son de suerte. He tocado una de mis guitarras, la eléctrica, la negra, Patzy.



Domingo, 10 de Febrero, 06:30 a.m.

-Es muy temprano, seis y media de la mañana, necesito desayunar. Entro al snack de la vieja Gloria, me saluda detrás de su surtida barra y hace una broma sobre mi falta de ropa en uno de los inviernos más entumecedores de los últimos años. Me río y le respondo: ‘’es que soy tan cool que tu opinión me la paso por el trasero’’, vuelve a reír, esta vez se unió un policía a la broma sentado en la barra mirándome de pies a cabeza y advirtiéndome sobre mis desatados pasadores, tenía prisa le respondo arrogante. Nunca me gustaron los policías, malditos perros, les pesa el uniforme.



Domingo, 10 de Febrero, 6:45 a.m.

-El policía se levanta, el vigilante del snack me intercepta en la entrada- ‘’espera flaquito, ya escuchaste a Gloria’’ -me habla prepotente-, ‘’no tengo tiempo’’ le respondo, lo empujo, él me responde con otro empujón que logra derribarme, en serio no tengo tiempo.

Mi instinto criminal aflora de nuevo, saco la llave de mi departamento y se la clavo en el cuello al atrevido vigilante, automáticamente chisguetea sangre en mi rostro y polo blanco sin estampado algún. Cierro los ojo, en ese momento sentí haber abierto la puerta del infierno y pintado con sangre el cielo una vez más. Abro los ojos y a unos cuantos metros una turba indignada, enajenada, un mar embravecido por corrientes de odio que rodean a una mujer arrodillada custodiando una llave hundida en el cuello de un hombre joven uniformado que yacía en el pavimento.

La muchedumbre a penas se abre para dar paso a los paramédicos que entran a socorrer al herido, a la víctima de un desquiciado, de un sádico. Puedo ver todo desde el tercer piso de un centro comercial, no sé cómo me deslicé del problema y llegué al borde de ese edificio, ya no tengo vértigo.



Domingo, 10 de Febrero, 06:58 a.m.

-Es preciso mencionar cuán feliz me hace saber que tan efectivo soy asesinando, pero también lo infeliz que me hace no saber cómo logro serlo. La perfección es muerte, la imperfección es arte.



Domingo, 10 de Febrero, 7:02

-Para escapar no necesito correr, ni esconderme; encontrarán mi cuerpo, me fulminarán, me mutilarán, seré cenizas, pero aún los seguiré viendo y redimido ante ellos estaré con más eficacia y frialdad. No es que le tema a la muerte, pero no quisiera estar allí cuando suceda. No me espanta, porque sé que me exterminará o transformará mi existencia. Soy joven aún, para mí la muerte es sólo naufragio, no el puerto.

Al final, lo único que queda es recordar y saber que no se puede volver a empezar, nada volverá, nada; pero mejor aún, porque no empieza el juicio final. No tengo verdugo más que yo mismo. La gente le teme a la muerte, y joden cada vez que alguien quita vidas, ¿no saben acaso que la muerte es la cura? La cura a todos nuestros males que rebalsan nuestra alma, y algunas veces no hay que esperar hasta el final. Está bien morir, matar, para volver a nacer, y el que quiere nacer tiene que destruir un nuevo mundo. ¡Mierda!



Domingo, 10 de Febrero, 7:15 a.m.

-Paula no está en su departamento, registro hasta el último rincón y lo único que llama mi atención fue una nota sobre su cama que dice ‘’Parque Planeta en 15 minutos’’. Qué desgaste simular que me importa Paula, en realidad es extraño, me he dado cuenta que la muerte es más dura asumirla que padecerla, siempre son los demás los que se mueren.

El sol ya salió y lo recibo corriendo, apurado, muy apurado, con más movilidad ya que el frío va desapareciendo y me recupero paulatinamente. El sol no me deja ver bien, ni el sol ni la muerte puede mirarse fijamente, me pone de mal humor, lo detesto.



Domingo, 10 de Febrero, 7:21 a.m.

-Sin ningún plan, camino hacia el lago que está rodeada por pocas bancas apolilladas. Alguien está luchando, quiere salir del lago, no sabe nadar, es Paula. Me muero por ir a salvarla, pero dos policías se acercan al lago a socorrerla, uno de ellos es el policía del snack de Gloria, lo reconozco automáticamente por su prominente mentón y su nariz aguileña, dilema a la vista, haré lo impredecible y lo menos auto beneficioso, salto al agua, me sumerjo. Paula ha dejado de luchar contra toda esa masa, la elevo hacia la superficie, no me costó nada, lo hice con un pedazo de corazón en la mano y sin cerrar los ojos. Le aplico la reanimación cardiopulmonar, está funcionando. Paula respira, la siento conmigo de nuevo, su corazón, toda ella. Paula a penas me ve se espanta, no lo entiendo, la acabo de salvar.



Domingo, 10 de Febrero, 7:44 a.m.

-Regreso a mi departamento, hay una patrulla vigilando la calle, veo a uno de los oficiales camuflarse en la jardinera al frente del edificio donde vivo.



Domingo, 10 de Febrero, 7:50

-Trepo muros, es muy fácil llegar a mi departamento sin la necesidad de entrar por la puerta.

Una nueva premonición, Orellana está subiendo las escaleras, está llegando a mi departamento, golpea mi puerta, la derriba. Paula ha muerto y por mi culpa, eso es lo que me quiere hacer creer el policía. Veo venir una bala, está entre mis ojos. Es hora de irme, no lo entenderían.

Necesito papel, necesito escribir. Me siento solo, muy solo, mi muerte viene, asumiré mi soledad. He perdido la costumbre de vivir, me mantendré despierto, así podré ver mi muerte, si me duermo, la soñaré y no quiero eso, quiero ver mi muerte como un accidente, como debe ser. La muerte nunca es natural. Quiero que mi muerte ponga en cuestión al mundo, a todos. Se siente rico por ahora, qué genial sentir que viene la muerte, si no fuera un preludio a otra vida, esta puta muerte sería una broma muy cruel y de mal gusto. Mi lado inmortal se alejará sano y salvo, es lo que más quiero.

Tomo fotos de un álbum viejo, quiero tener conmigo los mejores recuerdos. No olvidaré mi mejor baraja, la más ganadora, gracias baraja. No tengo papel aún, está bien, qué mejor lienzo que mi propia piel, mi cuerpo.

¡Dispárame Orellana!, le ordeno, lo provoco.

¡Pon las manos sobre la cabeza Santiago! Me ordena el policía, como si fuera hacerle caso, ‘’es inevitable lo que pasará’’ le digo. ‘’Puedo ayudarte Santiago''.

-Qué tipo más tonto, me habla de confianza, la confianza es la puta de todos -le digo-, y ‘’no me trates como a un loco, no lo estoy, sólo déjame ir, es lo que más quiero’’. ¡No te acerques! No lo hagas Santiago –suplica el oficial.

Mientras el pedía ayudarme, más compañeros suyos entraron en mi departamento con sus armas apuntándome. Quieren detenerme, sus miradas asustadas e inseguras me dieron más seguridad de hacer lo que tenía que hacer. Orellana prometió que nadie me iba a disparar, nadie iba hacerme daño. Por un momento sonó tan convincente que me dio lástima por lo que iba hacer y lo que sería de él después.

Me fui acercando, le pregunto ¿qué hacen los asesinos? No me responde. Le vuelvo a preguntar lo mismo, nadie responde, es mi turno entonces, ‘’los asesinos asesinan, Orellana’’. Me acerqué veloz y con convicción y una bala bienvenida del revólver de Orellana se hunde en mi frente, en mi ceño, como lo había visto antes, entre mis ojos.

Estoy muerto, desnudo, con letras en mi piel. Me siento libre, relajado, un desnudista ante los demás y un autista ante mis ojos. Espero encuentren la carta que les dejé, podría servir de algo, y en cuanto a ti Orellana: gracias, me ayudaste, lo hiciste de la mejor manera posible, mejor no pudo ser.

No encuentro a Paula por aquí, ¡oh, joder! Ya recordé, yo recluto para el otro bando.

Es genial poder elevarme, veo todo, ya no tengo vértigo’’.



Miércoles, 26 de Julio de 2015 (despachoa de Orellana)

He hecho todo lo que estaba en mi mano pero las cosas no han salido bien, soy débil y no he tenido el coraje necesario para seguir adelante. Ya es tarde, las fuerzas me abandonan, la vida se me escapa. Me voy de este mundo y me voy solo.

Bienaventurados los pecadores, porque de ellos será el reino de los cielos.

Adiós.

Santiago.

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